domingo, 28 de febrero de 2010

Espectáculo de la Naturaleza

Domingo 28 de febrero de 2010.
Hoy he presenciado un espectáculo maravilloso desde el propio patio de mi casa en Cadalso de los Vidrios. El día amaneció casi completamente despejado y los rayos de sol alegraban la mañana de domingo. Me había acostado bastante tarde y no madrugué esa mañana. Tras desayunar y ducharme salí a la calle para ir a comprar pan, venía a ensayar el grupo coral donde canta Agustina, "La Camerata" y había que tener provisiones. Al salir a la calle oí crotorar a las cigüeñas y me dió mucha alegría verlas sobre su nido.
Hace poco tiempo, dos o tres años, habían arreglado y restaurado la iglesia de Cadalso de los Vidrios: se cambió el tejado, que no sé por qué extraña moda de los años 50, se había puesto de láminas de pizarra, se reparó toda la cubierta y se cubrió con teja de distintas tonalidades que asemeja en cierto modo los tejados viejos de teja, se deshizo toda la parte alta del campanario, que era de ladrillo, y como parece que se resquebrajara con el movimiento de las campanas se reforzó y se repelló todo de cemento (según Honorio por los años 60) dejando la parte alta del campanario como un pastiche en comparación con la piedra de sillería del resto de la torre. Todo eso se quitó, se hizo nuevo y se recubrió con piedra que asemaja también la cantería. Un arreglo largo y costoso. Sobre la antigua torre, en el tejado que vierte a poniente, había una estructura que servía de soporte al nido de las cigüeñas. Con el nuevo arreglo este soporte se colocó en la vertiente de levante y no se cubrió con ningún tipo de ramaje que invitara a las cigüeñas a volver a su casa tras los dos años de obras. No volvieron.
El pasado año (2009) se volvió a colocar un andamio en la torre, se cambió el soporte del nido al tejado de poniente y se hizo una corona de ramas para cubrir ligeramente la fría estructura metálica. Este año, las cigüeñas han vuelto a su casa. Pero ¿por qué ese loco crotorar toda la mañana? Desde la calle de la Iglesia, mientras iba y volvía de comprar el pan, no llegaba a encontrar la causa de tanto alboroto. Cuando llegué a casa subí a la parte alta del patio y desde allí vi el motivo, otras dos cigüeñas, una, posada desafiante sobre el pico del tejado de la torre, apenas a dos metros del nido, pugnaban por la ocupación del nido ya ocupado y sus propietarias crotoraban continuamente para hacer ver que aquel nido era de su propiedad.
En esta contemplación estaba cuando empecé a oir un ruido que me resultaba conocido, que ya en otras ocasiones había oído antes, miré a lo alto del cielo, por encima mía, y me encuentro otro espectáculo ofrecido por las aves, bandadas de ansares, con las típicas formaciones en uve, se desplazaban a gran altura procedentes del oeste en dirección al este, tal vez hacia el río Alberche, donde decide dar un cambio brusco de dirección y dejar los encajonados barrancos del pantano de San Juan y de la presa de Picadas, en torno a Aldea del Fresno, donde se junta con el río Perales, para lanzarse a las llanuras castellanas de Villa del Prado y Escalona. Acaso van aún más lejos, a la laguna de San Juan, cercana a Chinchón o más allá todavía, en busca de humedales de Cuenca o de Valencia.
El crotoreo de las cigüeñas se hacía más intenso cuando sobrevolaban sobre sus cabezas en vuelo rasante sus dos rivales, que tras un largo rato decidieron emigrar para otros pagos; mientras continuaban pasando, no a mucha distancia una de otra, las bandadas de patos que se hacían oir a su paso. A veces no descubría por dónde estaban pasando pero se escuchaba perfectamente su sonido, creciente primero, alejándose después, de nuevas bandadas. Para terminar el espectáculo, vi volar a gran altura una pareja de rapaces, me parecieron milanos pero iban demasiado alto, siguiendo la linea de la sierra de Gredos, que empieza en el cerro Guisando, en dirección a Rozas de Puerto Real o tal vez de la peña de Cenicientos.
Había que preparar la comida y se me hacía tarde, pero creo que el espectáculo no había llegado a su fin. Pensé si todo este trajín se debería en cierto modo a la tormenta de lluvia y viento del día anterior. Si la bonanza de este domingo había supuesto el momento de buscar morada, de defender la propia, de iniciar la emigración a los lugares de anidada, o de buscar el sustento que el día anterior le había negado.
Javier Perals.